El lamento de una Marioneta
No hay nadie con quien compartir
el lamento de mi alma,
que llora en un rincón oscuro
donde se tortura con el pensamiento,
que la hiere cual hierro candente
en el silencio de la noche.
No hay sonrisa que valga
ni alegría que la aliente,
tan desolado es su lamento
que nadie se quiere acercar
a escuchar su desolado lloro,
en esta noche de tormenta
de la desafortunada alma en pena.
No te lamentes más, alma mía,
que mis ojos ya no pueden llorar
la pena que me tramites,
que mi voz ya es muda
a esos gritos desgarrados
con los que intentas consolarte.
Mi cuerpo ya es inerte,
ya no se siente ni se mueve,
consumido en esas convulsiones
con las que intentas escapar
del encierro de carne que te envuelve.
Ya no escucho ni oigo,
ni siento ni padezco;
ya no hablo ni veo,
ni padezco ni siento.
Muero en oscuro silencio
mientras mi alma me mata
en su afán de escapar
de esta tortura que la carcome.
Solitaria muerte tortuosa,
de ser vivo a marioneta
que reposa en un estante
contemplando la vida pasar,
mientras el alma clama llorando
que no quiere existir más.
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